Hubo muchos pasos previos hasta llegar a lo que es Aretusa hoy. El punto de partida fue una pequeña Venus de cerámica que no se le parece en nada prácticamente.
En la mitología griega, Aretusa era una náyade hija de un dios fluvial arcadio y conocida cazadora. Alfeo se enamoró perdidamente de ella, pero Aretusa, que se había prometido permanecer siempre virgen, pidió auxilio a su compañera Artemisa, que la transformó en corriente de agua para que huyera así de las solicitudes del dios. Cuando se vio totalmente acorralada, Aretusa dirigió su curso bajo el mar y apareció en la isla de Ortigia, generando el manantial que lleva su nombre, cerca de Siracusa. Queriendo aun así materializar su amor, el río Alfeo mezcló desde entonces sus aguas con las de la fuente Aretusa. La ninfa fue divinizada por los habitantes del lugar, que le dedicaron numerosa poesía bucólica y la representaron en las monedas rodeada de delfines.
| Aretusa en marmolina |
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| modelo de barro |
Me gusta bautizar a las mujeres que modelo, así que cuando estaba
creando a esta dama elegí su nombre buscando alfabéticamente desde la letra A
en un diccionario griego. Este nombre <Aretusa> llamó mi atención, pues
visual y fonéticamente me sonó agradable.
Entonces, mi proyectada y meditada dama griega ya tenía nombre y gran
parte de su postura resuelta. Si bien tenía el gesto en mente, a medida
que fue tomando volumen, también fue cambiando de forma. El modelo original (una
pequeña venus de cerámica que había modelado meses antes) quedó olvidado y ella
nació tal como estaba predestinado. Finalmente... Yo me esmeré en encontrar
sobre el barro una forma grácil, femenina, sensual. El brazo izquierdo encontró
su lugar: hacia atrás, descansando en la cadera. Bien.
A partir de ahí, a medida que avanzaba en la escultura, comencé las
búsquedas en internet. Encontré una leyenda que culmina en una fuente de
Siracusa, Italia leyendo el Blog de Isabel Barceló Chico. Amé esa historia y amé
a la ninfa, mi musa. (la puedes leer en éste link: La fuente de la ninfa Aretusa)
Cuando estuve satisfecha y la di por concluida, llegó la hora de la
colada. Después el laborioso vaciado; la metamorfosis del barro al yeso.
De tanto mirarla y fotografiarla, un día al llegar al taller decidí que
tenía que hacer algo con ese montón de yeso que quedó detrás de las piernas de
Aretusa, que había sido el sostén del modelo de barro.
Estaba en el taller con el profesor pensando en eso, observándola a ella
y alrededor y de repente reparamos en na pintura del maestro Torres García que
cuelga de la pared ¡y allí estaba la solución! Había que tallar una columna.
Pusimos manos a la obra.
Mi amigo Rubén fue quien me sembró la semillita de la curiosidad por
descubrir si algún escultor habría dedicado manos a esta ninfa. Y así fue que
se reveló el misterio.
Con gran asombro y algo de desazón hallé una obra de Francisco Leopoldo e Silva, un paulista que vivió 10 años en Roma alrededor de 1914. La desazón
fue no ser pionera en homenajear a Aretusa, pero lo increíble es que este
artista la hizo en la misma exacta postura que la hice yo. Cual copia una de otra.
¿Quién copia a cuál? ¿Acaso fue la propia náyade quien inspiró nuestras manos? ¿Como
se explica que casi exactamente un siglo después yo la vuelva a recrear?
¿Es que acaso es todo esto un deja vu?
Soy la reencarnación del escultor ò de la ninfa?
Hoy, cada vez que la observo, cual Pigmalión absorto la admiro y la
adoro.
Ella es y será mi ópera prima.
¡Salve Aretusa! musa eterna.
Alicia


Investigando en la web acerca de la ninfa que me ha convocado encontré el blog de Isabel Barceló: Mujeres de Roma: LA FUENTE DE LA NINFA ARETUSA . Yo me he convertido en fiel seguidora y lectora suya. Le estoy muy agradecida.
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